martes, 2 de julio de 2013

¡NO QUIERO MÁS “CHITE’S”!

Las fiestas del pueblo continuaban y al parecer todos estaban felices. Sin embargo, algo estaba ocurriendo con la familia Terry; se veían desesperados buscando a la mascota de Sami. De la boca del pequeño sólo salían las mismas palabras con un tono nervioso y con mucha adrenalina:
-¿Ha visto a ‘Gugu’?-. Decía una y mil veces pero nadie le daba respuesta-.
Esa noche la familia y el chiquillo salieron a buscar a ‘Gugu’ (famoso porque siempre que ladraba decía “gugu” en vez de “wuauwuau”). Pasaban las horas y el viento soplaba más fuerte y las nubes tapaban una y otra vez la luna; sólo pensar que la mascota de Sami era víctima del espantoso frío que hacía, éste se resignaba a marcharse.
Por allá se escuchó un “wuau” y fueron rápidamente al lugar pero era un perro bien vestido y con su dueño. Más adelante sonó un “gu” y Sami pensó que era su perro y, al verlo, se veía desgastado y cojo. De inmediato recordó que su mascota siempre decía “gugu” y no “gu”.

Ni llamadas a la policía, ni carteles con avisos publicitarios; ni en las redes sociales; ¡nada! Daba alguna esperanza de aquellos días que cada vez se hacían más eternos y tristes.
-¿Para dónde vas?- dijo la madre de Sami-. ¡No lo sé! En este pueblo no hacen nada por nadie, ahora menos por un animal; me iré a buscarlo por mis propios medios- replicó Sami-.
Caminaba por el pueblo observando a los perritos de la calle que sólo buscaban quién les diera de comer. Era imposible que el chico no pensara que ‘Gugu’ podría estar en esas condiciones y ser uno de ellos. En una cuadra notó que los vecinos utilizaban una expresión para alejar a los perros que se acercaban a un restaurante popular del sector; “chite, chite”, una y otra vez, era el sonido que cada minuto escuchaba acompañado de un pisotón. Detrás del restaurante estaba un señor barriendo y con una escoba le iba a pegar a un cachorro porque no se iba…
-Señor, espere- dijo Sami- ¿por qué le va a pegar al perrito?
-Pues no ves que no se quiere ir- respondió el señor con un tono agresivo-.
Sami pensó que no era justa esas amenazas que les hacían a los animales con ese “chite” y un pisotón.
-Señor pero si el sólo está buscando comida, no ve que tiene hambre-.
-No me importa, que se vaya a buscar a otro lado-.
-¡chite, chite! Les decía a los otros animales que se acercaban-.
-¡oiga, señor! Ya no les diga más así, no ve que los asusta- Dijo Sami con furia.
-Te voy a asustar a vos si sigues molestándome- dijo el señor.

“no es justo, no es justo” decía en su mente el chiquillo con una lágrima que viajaba por su rostro. Y de nuevo, su búsqueda había fracasado.

Minutos antes de dormir mamá le lleva a Sami un té a su cama pues estaba un poco nervioso. Algo extraño sentía.
“gugu”, “gugu” se escuchaba el eco del sonido de un perro en una dimensión desconocida en la mente del pequeño…
-Gugu, ¿eres tú?-dijo Sami-.
-Hola amo; sí, sí, sí, soy yo- aseveró Gugu con un tono alegre-
-Gugu ¿dónde estás? Llevo mucho tiempo buscándote- llorando, decía Sami-.
-¡Ay! No llores, estoy bien; bueno no tanto. El señor que me tiene no es que me trate muy bien como lo hacías tú.
Sami no podía hablar del dolor que sentía reflejado en sus húmedos ojos.
-¡Discúlpame! Fue mi culpa al haberte descuidado en aquella fiesta, ¿por qué te trata mal? Te necesito Gugu.
-No te culpes, todos nos equivocamos, hasta yo me equivoqué; no ves que no lo mordí cuando me llevaba; tú entenderás que los perros de raza siberiana siempre estamos en peligro de que nos roben, no ves que somos muy lindos (risa penosa)
-Sí lo sé, pero él ¿por qué te maltrata?
-¡Ah! Es que casi no me da comida y cuando voy a buscarla siempre me hace el mismo sonido de todos; “chite” acompañado de un pisotón que me asusta mucho.
-Gugu y porqué no te escapas, dime… ¿dónde estás?
-La verdad no sé, con decirte que estoy muy débil; casi no puedo caminar del último golpe que el señor me dio, sólo por hacérmele popó en uno de sus zapatos (risa triste)
-Ya no sé qué hacer amigo mío, te he buscado por todas partes… ¡te necesito Gugu!
-¡awww! Qué bonito. Yo tengo la esperanza de volver a mi dulce hogar; contigo.
-Pero ¿cuándo? Yo no sé qué hacer- vuelve a llorar Sami-.
-Te prometo que me voy a escapar de este cruel hombre, así no sepa cómo (con voz de guerrero).
-Gugu, ¿dónde estás? ¿Qué te hiciste?- ¡Gugu! Grita el pequeño-.
-Meee tengo que ir (con un tono asustado) este señor ya me va a pegar otra vez… ¡te extrañoooo!- grita Gugu-.

De inmediato despierta Sami y sus gritos van acompañados de un llanto que seguía y seguía por horas. Aquel sueño lo alertaba de que su mascota, al parecer, estaba en peligro.

Al otro día, el chico empezó a hacer una campaña especial con la ayuda de sus compañeros del pueblo para que las personas no ‘chitaran’ más a los animales, ya que de ahí; es donde empieza el maltrato a ellos. Al mismo tiempo, Sami guardaba las esperanzas de encontrar a ‘Gugu’. A pesar del terrible sueño, fue una señal de que debía seguir con su búsqueda. Sin embargo, los días pasaban…
  

-Hijo, hijo- gritaba la mamá de Sami con un tono de felicidad-.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa mamá?- replicó el pequeño-.
-En las noticias capturaron a un hombre que robaba perros para venderlos, dejaron un teléfono para que las personas que han perdido sus mascotas vayan a ver si están allá.
-Tienes que llamar ¡ya! Vamos para allá-. Exclamó el amo de ‘Gugu’ con un grito alegre-.

Y así fue, al parecer la esperanza se hizo presente y al llegar al lugar, había dos perros de raza siberiano que físicamente estaban iguales. El veterinario junto a la policía no les podía entregar la mascota hasta que no constara que el perro era de ellos. De repente le aplicaron una inyección a ambos animales y uno en medio de su dolor dijo: “wuau”; el otro dijo: “gugu”, “gugu”…
Mientras Sami llevaba a ‘Gugu’ al hospital, él le contaba todo lo que había hecho para encontrarlo; le decía todo lo que pudo observar de la relación tan escasa y triste que había entre el hombre y los animales. Y al llegar al hospital, el pequeño seguía contándole y contándole todo lo que había observado.
Antes de entrar a la operación que necesitaba ‘Gugu’; Sami le gritó a su mascota:
-Gugu, hasta hice una campaña que tú y yo vamos a liderar; se llama…
Las puertas de la habitación donde iban a realizar la cirugía se cerraron y la mente del chico Sami dijo:

-¡No quiero más “chite’s”-.     

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