Las fiestas del pueblo continuaban y
al parecer todos estaban felices. Sin embargo, algo estaba ocurriendo con la
familia Terry; se veían desesperados buscando a la mascota de Sami. De la boca
del pequeño sólo salían las mismas palabras con un tono nervioso y con mucha
adrenalina:
-¿Ha visto a ‘Gugu’?-. Decía una y mil
veces pero nadie le daba respuesta-.
Esa noche la familia y el chiquillo
salieron a buscar a ‘Gugu’ (famoso porque siempre que ladraba decía “gugu” en
vez de “wuauwuau”). Pasaban las horas y el viento soplaba más fuerte y las
nubes tapaban una y otra vez la luna; sólo pensar que la mascota de Sami era
víctima del espantoso frío que hacía, éste se resignaba a marcharse.
Por allá se escuchó un “wuau” y fueron
rápidamente al lugar pero era un perro bien vestido y con su dueño. Más
adelante sonó un “gu” y Sami pensó que era su perro y, al verlo, se veía
desgastado y cojo. De inmediato recordó que su mascota siempre decía “gugu” y
no “gu”.
Ni llamadas a la policía, ni carteles
con avisos publicitarios; ni en las redes sociales; ¡nada! Daba alguna
esperanza de aquellos días que cada vez se hacían más eternos y tristes.
-¿Para dónde vas?- dijo la madre de
Sami-. ¡No lo sé! En este pueblo no hacen nada por nadie, ahora menos por un
animal; me iré a buscarlo por mis propios medios- replicó Sami-.
Caminaba por el pueblo observando a
los perritos de la calle que sólo buscaban quién les diera de comer. Era
imposible que el chico no pensara que ‘Gugu’ podría estar en esas condiciones y
ser uno de ellos. En una cuadra notó que los vecinos utilizaban una expresión
para alejar a los perros que se acercaban a un restaurante popular del sector;
“chite, chite”, una y otra vez, era el sonido que cada minuto escuchaba
acompañado de un pisotón. Detrás del restaurante estaba un señor barriendo y
con una escoba le iba a pegar a un cachorro porque no se iba…
-Señor, espere- dijo Sami- ¿por qué le
va a pegar al perrito?
-Pues no ves que no se quiere ir-
respondió el señor con un tono agresivo-.
Sami pensó que no era justa esas
amenazas que les hacían a los animales con ese “chite” y un pisotón.
-Señor pero si el sólo está buscando
comida, no ve que tiene hambre-.
-No me importa, que se vaya a buscar a
otro lado-.
-¡chite, chite! Les decía a los otros
animales que se acercaban-.
-¡oiga, señor! Ya no les diga más así,
no ve que los asusta- Dijo Sami con furia.
-Te voy a asustar a vos si sigues
molestándome- dijo el señor.
“no es justo, no es justo” decía en su
mente el chiquillo con una lágrima que viajaba por su rostro. Y de nuevo, su
búsqueda había fracasado.
Minutos antes de dormir mamá le lleva
a Sami un té a su cama pues estaba un poco nervioso. Algo extraño sentía.
“gugu”, “gugu” se escuchaba el eco del
sonido de un perro en una dimensión desconocida en la mente del pequeño…
-Gugu, ¿eres tú?-dijo Sami-.
-Hola amo; sí, sí, sí, soy yo- aseveró
Gugu con un tono alegre-
-Gugu ¿dónde estás? Llevo mucho tiempo
buscándote- llorando, decía Sami-.
-¡Ay! No llores, estoy bien; bueno no
tanto. El señor que me tiene no es que me trate muy bien como lo hacías tú.
Sami no podía hablar del dolor que
sentía reflejado en sus húmedos ojos.
-¡Discúlpame! Fue mi culpa al haberte
descuidado en aquella fiesta, ¿por qué te trata mal? Te necesito Gugu.
-No te culpes, todos nos equivocamos,
hasta yo me equivoqué; no ves que no lo mordí cuando me llevaba; tú entenderás
que los perros de raza siberiana siempre estamos en peligro de que nos roben,
no ves que somos muy lindos (risa penosa)
-Sí lo sé, pero él ¿por qué te maltrata?
-¡Ah! Es que casi no me da comida y
cuando voy a buscarla siempre me hace el mismo sonido de todos; “chite”
acompañado de un pisotón que me asusta mucho.
-Gugu y porqué no te escapas, dime…
¿dónde estás?
-La verdad no sé, con decirte que
estoy muy débil; casi no puedo caminar del último golpe que el señor me dio,
sólo por hacérmele popó en uno de sus zapatos (risa triste)
-Ya no sé qué hacer amigo mío, te he
buscado por todas partes… ¡te necesito Gugu!
-¡awww! Qué bonito. Yo tengo la
esperanza de volver a mi dulce hogar; contigo.
-Pero ¿cuándo? Yo no sé qué hacer-
vuelve a llorar Sami-.
-Te prometo que me voy a escapar de
este cruel hombre, así no sepa cómo (con voz de guerrero).
-Gugu, ¿dónde estás? ¿Qué te hiciste?-
¡Gugu! Grita el pequeño-.
-Meee tengo que ir (con un tono
asustado) este señor ya me va a pegar otra vez… ¡te extrañoooo!- grita Gugu-.
De inmediato despierta Sami y sus
gritos van acompañados de un llanto que seguía y seguía por horas. Aquel sueño
lo alertaba de que su mascota, al parecer, estaba en peligro.
Al otro día, el chico empezó a hacer
una campaña especial con la ayuda de sus compañeros del pueblo para que las
personas no ‘chitaran’ más a los animales, ya que de ahí; es donde empieza el
maltrato a ellos. Al mismo tiempo, Sami guardaba las esperanzas de encontrar a
‘Gugu’. A pesar del terrible sueño, fue una señal de que debía seguir con su
búsqueda. Sin embargo, los días pasaban…
-Hijo, hijo- gritaba la mamá de Sami
con un tono de felicidad-.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa mamá?- replicó
el pequeño-.
-En las noticias capturaron a un
hombre que robaba perros para venderlos, dejaron un teléfono para que las
personas que han perdido sus mascotas vayan a ver si están allá.
-Tienes que llamar ¡ya! Vamos para
allá-. Exclamó el amo de ‘Gugu’ con un grito alegre-.
Y así fue, al parecer la esperanza se
hizo presente y al llegar al lugar, había dos perros de raza siberiano que
físicamente estaban iguales. El veterinario junto a la policía no les podía
entregar la mascota hasta que no constara que el perro era de ellos. De repente
le aplicaron una inyección a ambos animales y uno en medio de su dolor dijo:
“wuau”; el otro dijo: “gugu”, “gugu”…
Mientras Sami llevaba a ‘Gugu’ al
hospital, él le contaba todo lo que había hecho para encontrarlo; le decía todo
lo que pudo observar de la relación tan escasa y triste que había entre el
hombre y los animales. Y al llegar al hospital, el pequeño seguía contándole y
contándole todo lo que había observado.
Antes de entrar a la operación que
necesitaba ‘Gugu’; Sami le gritó a su mascota:
-Gugu, hasta hice una campaña que tú y
yo vamos a liderar; se llama…
Las puertas de la habitación donde
iban a realizar la cirugía se cerraron y la mente del chico Sami dijo:
-¡No quiero más “chite’s”-.