Cada
momento que veo hacia el pasado, miro aquel callejón del olvido, el que me
recuerda aquel padre que nunca tuve, aquellos amigos que se fueron, aquellas
novias que ya no están; aquellas nubes que perdieron el cielo y sus figuras
retóricas. Sé que he ganado mucho gracias al pasado, pero también sé que no ha
sido un buen negocio-pero hay una excepción. En ese pasado está usted, póngale
hace un año pasadito. Un ser humano que me ha llenado de riquezas mentales, que
ha sido mi maestro como el maestro del joven deportista en la película El
Guerrero Pacífico. Quiero aprovechar estas letras que es lo único que con
seguridad digo que tengo, para agradecerle por todo y cada uno de esos momentos
vividos. Jamás desperdicié el tiempo cuando con usted andaba.
Su
manera de ser; de comprender tan exageradamente a las personas, de analizar
cada detalle de ellas y su comportamiento. De medir cada palabra y cada acto.
De mirarme feo cuando llegaba tarde, de aguantar mis desesperantes actitudes,
de ser tan humano como nadie lo ha sido; como ningún religioso o aquellos
llamarse ‘buenos’, lo han sido. Gracias por acercarme tanto a Dios, como nunca
nadie un sacerdote lo ha hecho; aunque sigo en proceso, no tengo todavía las
capacidades que usted tiene, pero ahí voy.
Gracias
porque me ha enseñado a esperar, a ser paciente con los sucesos. A no
desfallecer, a perseverar como terco. Le agradezco por acercarme a niños que
son tan valiosos como mi familia, en especial los niños de su unidad; ellos han
educado mucho mis sentimientos. Y los otros- los de los colegios- pues
también-risa penosa-. Tengo que decirle que usted ha sido tan importante en mi
vida, porque he aprendido a ser mejor persona, a entrar al mundo maravilloso de
la actuación. Gracias por esas presentaciones, por prestarme el alma de su
Betito, por dejarme entrar en personajes jamás antes vistos. Por ayudarme a
perfeccionarlos y creer en la actuación como algo natural y no fingido. Usted
ha sido tan importante en mi vida, que se necesita de mucho dinero para pagarle
todo lo que ha hecho por mí, y la verdad no lo tengo-risa-.
Lo
que sí tengo, es un orgullo inmenso de conocer personajes como usted. Tengo
conmigo la poca sabiduría que usted ha formado en mí, la humildad que se ha
perdido tanto y sobre todo; las cosas que solo hace un loco como usted: meterse
en algo con nada, ir del todo por el nada
o viceversa-usted me entenderá-.
Dejaré
olvidar lo que creo que soy y seré ahora mismo, la vida es ahora mismo, usted
me ha enseñado a eso. Por eso, yo no sé cuándo sea mañana, yo no sé si mañana
me pierda o usted se pierda, o nos perdamos. No sé cuántos años más nos
regalará Dios, ni cuántos días más compartiremos-le pido a Dios que sean
muchos-, pero por ahora solo quiero que sepa que usted ha sido ese padre que
nuca tuve y, aunque no se lo digo por un respeto grande que le tengo a sus
hijos y por pena, en medio de sus actos, me ha dado un cariño que nunca lo
encontré en mi padre.
Perdóneme por escondérmele al sol y generarle
incomodidad, perdóneme por lo que pasó con la última presentación, perdóneme
por generarle desconfianza, que yo sé que usted por lo que le ha pasado no
confía en nadie-lo entiendo y lo acepto-. Solo quiero que entienda que un tal
Ricardo Moreno Solarte ha sido una persona valiosa que Dios me ha dado y que
independiente de lo que ha pasado, lo que pase o pasará, sin tanta
homosexualidad y ‘cursilería’ le digo que: LO QUIERO MUCHO.


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