Es probable que mi juventud
me ponga ciertas limitaciones al momento de hablar de estos temas, sin embargo,
la lucha entre algunos filósofos de la antigüedad como Platón o Aristóteles por
definir si el conocimiento se adquiere de la razón o la experiencia, ha llevado
a pensar que ambas teorías aplican a nuestra edad moderna.
Según datos de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) entre 25 y 108 de cada 1.000
jóvenes de 15 a 19 años son madres en los países de América latina y el Caribe
y, se cree que el aumento de embarazos en jóvenes está en varios países de
Centroamérica como Nicaragua, Honduras y Guatemala, así como en Venezuela,
República Dominicana y Ecuador.
Es normal que digan que una
adolescente no está preparada para ser mamá, en realidad creería que ningún ser
humano está preparado para serlo. El término ‘Mapá’ lo he denominado a aquellas
personas que hacen el papel de ambos (de mamá y papá al mismo tiempo) a este
tipo de personas les tengo un respeto muy grande, sin embargo, esto no
garantiza que sean buenos padres o madres. Cuando los adultos utilizan la
expresión “soy papá” o “soy mamá” lo hacen a través de un conocimiento
reglamentario, es decir, que esa expresión conlleva a tener obligaciones y por
ende, a la responsabilidad del cumplimiento de ciertas reglas. Felicito a los
que cumplen- a los que no- es probable que no les interesen estas líneas, pero
el ser responsable no le hace ser un padre o una madre de verdad.
Así el cumplir con las
obligaciones que un papá o una mamá deben tener con su hijo, es tan sólo un
complemento de dicho compromiso. La sociedad se está olvidando que para formar
a un ser no es suficiente con criarlo. Ser padre es dejar de serlo y volverse
niño, porque allá en el mundo infantil no les interesan los adultos. Donde
viven los niños es un lugar sencillo, quizás por eso pocos se atreven a entrar
porque creen no encontrar nada interesante. Es un universo de colores, de
peleas, de llantos pero sobre todo; de amor y paz. Un niño es una porcelana
delicada, sensible, con unas curvas, unos colores y unas expresiones que jamás
ha podido entender la humanidad. Es un majestuoso paisaje en movimiento. Ser
padre es entender por qué el niño juega, por qué llora y por qué ríe. La misión
de una verdadera madre -aparte de sus obligaciones- es sacarle sonrisas a su
pequeñ@, es hacerlo sentir bien, el problema es que no todas están dispuestas a
volverse niñas para jugar con ellos.
Ser mamá, ser papá o en la
vida moderna; ser ‘Mapá’, requiere de un nivel avanzado de creatividad para
crear historias de aventuras donde ellos crean que son juegos, pero su
intensión es enseñarles el valor de la vida. A que entiendan que la felicidad
no es ser el primero de la lista, el que tiene el mejor juguete, el que le gana
constantemente a los compañeritos o al que todos lo admiran por su tierna
manera de comportarse, ¡no! Es que se diviertan con lo que no tienen, que una
bobada para un adulto sea para ellos una sonrisa; cuando le enseñas a un niño
por medio de un juego a ser feliz y no ganador, le estás enseñando que lo
importante en la vida no son las riquezas, lo material, el poder o el
prestigio, sino ser feliz. Cuando logres eso, ellos al crecer entenderán el
valor de las cosas y no el precio.
Si en verdad quieres
transformar tu vida juega con un niño, siéntete como él, observa su manera de
dormir entre tus brazos, su estresante manera de caminar que pareciera que se
fueran a caer. Analiza cómo coge la cuchara o algún alimento con la mano para
comérselo. Fíjate en lo que lo hace reír y también llorar, y si con eso no has
transformado tu corazón, es probable que esté muy contaminado por este aburrido
mundo de adultos.
Si cuando juegas con un niño
no sientes que es Dios el que te está hablando por medio de un ángel, para que
expulses tus rencores, odios y venganzas; para que entiendas que es el amor el
que salva a la humanidad y no los apegos, para que logres sentir ese desaliento
por no querer más hablar de los demás o juzgar o criticar; cuando juegas con un
niño y no sientes ganas de ser justo y ayudar a los demás, es porque quizás tus
padres te criaron pensando como adultos.
No sé qué tan difícil sea
ser un padre, ni sé qué tan grave es tenerlo a una edad muy temprana, o lo que
es peor; ser ‘Mapá’, pero cuando tuve la oportunidad de entrar a ese mundo
infantil, sentí que la vida es realmente maravillosa siempre y cuando se piense
como niño. El valor de la vida es no tener miedo a que nos llamen “inmaduros”,
a que nos digan niños, porque increíblemente la sabiduría de ellos tiene mucha
madurez. Y al salir de ese mundo para volver a mi realidad me pregunté ¿cuándo
dejé de ser niño? Pregúntatelo tú también, pero creo que para responderte debes
entrar a ese mundo. Si usted que está leyendo esto tiene un hijo; en él está la respuesta. En mi
caso me tocó escuchar en repetidas ocasiones esa famosa frase: “qué inmaduro” y
sólo así, me pude responder aquella pregunta… Cuando quise ser adulto.
Imagen sustraída de la
película ‘Preferisco il Paradiso’ (Prefiero el Paraíso en latín) que nos
muestra la sabiduría que tiene un niño por el simple hecho de ser…NIÑO.
