Sigo sin entender las palabras que nos inventamos para ofender a los demás; “percanta, pirobo, atembado, gonorrea, malparido”, sólo por nombrar algunas y eso que muchas de ellas poseen otro sentido que no tiene nada que ver con el que le damos. Me disculparán por usarlas en estas líneas pero lo único cierto es que nadie sabe en realidad su significado. Las usamos porque hemos escuchado que son utilizadas para ofender a otra persona. Estas ‘jergas’ (lenguaje especial de ciertas profesiones o grupos) se han vuelto indispensables a la hora de enfrentar una discusión o pelea. Sin embargo, ser grosero(a) nunca ha estado de moda; y si se fijan bien la palabra ‘grosería’ tiene sinónimos como indecencia, rusticidad, ignorancia, que fácilmente crea un concepto negativo de quien las diga.
“No te tengo miedo baboso, véngase pues marica”. Amigo lector, esto nunca lo hará más hombre al decírselo a otro y quedará siempre mal frente a una mujer. Para ellas es más atractivo escuchar frases como “aunque no te tenga miedo, pelear no es la manera de arreglar las cosas”. Las palabras, el lenguaje, el simple hecho de hablar tienen magia. La palabra no sólo tiene poder como muchos dicen, crea un laberinto donde cada vez que profundizas el terreno te confundes porque nos acostumbramos a las palabras que escuchamos y las ponemos de ‘moda’.
Acongojar es sinónimo de entristecer, majestuoso de imponente, fodongo es sentirse sucio(a). Vigor es fortaleza y sutil es delicado. Alguien suspicaz es desconfiado y bárbaro es bruto. Si una mujer te dice desabrido te está diciendo brusco y si te dice pánfilo te está diciendo bobo. Gonorrea es blenorragia (inflamación de la mucosa de los órganos genitales, debido al gonococo) y si te dicen excéntrico su sinónimo es estúpido, tonto, inepto, incapaz, cretino, en fin; se pierde tiempo en ofender a alguien diciéndole todo esto, si con excéntrico es suficiente y será mejor porque probablemente no entienda.
El Glíglico es un lenguaje creado por Julio Florencio Cortázar; escritor argentino nacido en Bélgica. Maestro del relato corto, la prosa poética y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano. En su novela ‘Rayuela’ expresa el sexo de una manera ilegible (difícil de entender) que muy seguro, nadie pensaría que es grosero. “…Ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. A penas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón…” y si después de la acción te dicen “si que eres voluptuoso” siéntete orgulloso pues te dijo placentero, complaciente. Así que si ustedes son de los que utilizan el “garbimba, baboso, pirulea, pichurria, coscorria”, tengan cuidado, pues sólo están siendo víctimas de la ignorancia, la indecencia. Y si lo van a hacer, aunque mal esté, sean originales y construyan buenas palabras; lograrán mucho más así y fácilmente entrarán al mundo que he llamado ‘La Sociedad Elegante’ que bien vacía que sí está.